Lo Que CREEMOS
Confesión de Fe de New Hampshire (1833)
En nuestra iglesia, nos sometemos a la Confesión de Fe de New Hampshire (1833) como una expresión de nuestra identidad y creencias fundamentales. Esta confesión replica watches for sale histórica y confiable nos sirve como un marco sólido y bíblico para entender y proclamar la fe cristiana.
La Confesión de Fe de New Hampshire destaca la centralidad de la Biblia como nuestra autoridad suprema, la soberanía de Dios en la salvación, la importancia de la gracia divina, y la necesidad de una fe personal en Jesucristo para la salvación. A través de esta confesión, nos unimos a una tradición replica Audemars Piguet histórica y conectamos con la fe de aquellos que nos precedieron.
Creemos que la Santa Biblia fue escrita por hombres divinamente inspirados, y que es tesoro perfecto de instrucción celestial; que tiene a Dios por autor, por objeto la salvación, y por contenido la verdad sin mezcla alguna de error, que revela los principios según los cuales Dios nos juzgará; siendo por lo mismo, y habiendo de serlo hasta la consumación de los siglos, centro verdadero de la unión cristiana, y norma suprema a la cual debe sujetarse todo juicio que se forme de la conducta, las creencias y las opiniones humanas.
Creemos que hay un solo Dios viviente y verdadero, infinito, Espíritu inteligente, cuyo nombre es Jehová, Hacedor y Arbitro Supremo del cielo y de la tierra, indeciblemente glorioso en santidad; merecedor de toda la honra confianza y amor posibles; que en la unidad de la divinidad existen tres personas, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo iguales estos en perfección divina desempeñan oficios distintos, per que armonizan en la grande obra de la redención.
Creemos que el hombre fue creado en santidad, sujeto a la ley de su Hacedor; pero que por la transgresión voluntaria, cayó de aquel estado santo y feliz; por cuya causa todo el género humano es ahora pecador, no por fuerza sino por su voluntad; hallándose por naturaleza enteramente desprovisto de la santidad que requiere la ley de Dios, positivamente inclinado a lo malo, y por lo mismo bajo justa condenación a ruina eterna, sin defensa ni disculpa que lo valga.
Creemos que la salvación de los pecadores es puramente por gracia; en virtud de la obra intercesoria del Hijo de Dios; quien cumpliendo la voluntad del Padre, se hizo hombre, exento empero de pecado; honró la ley divina con su obediencia personal; y con su muerte, dio plena satisfacción por nuestro pecados; resucitando después de entre los muertos, y desde entonces entronizóse en los cielos; que reune en su persona admirabilísima las simpatías más tiernas y las prefecciones divinas, teniendo así por todos motivos las cualidades que requiere un Salvador idóneo, compasivo, y omipotente.
Creemos que la justificación es el gran bien evangélico que asegura Cristo a los que en él tengan fe; que esta justificación incluye el perdón del pecado, y el don de la vida eterna de acuerdo con los principios de la justicia; que la imparte exclusivamente mediante la fe en su sangre, y no por consideración de ningunas obras de justicia que hagamos; imputándonos Dios gratuitamente su justicia perfecta por virtud de esa fe; que nos introduce a un estado altamente bienaventurado de paz y favor con Dios, y hace nuestros ahora y para siempre todos los demás bienes que hubiéramos menester.
Creemos que el evangelio a todos franquea los beneficios de la salvación; que es deber de todos aceptarlos inmediatamente con fe cordial, arrepentida y obediente; y que el único obstáculo para la salvación del peor pecador de la tierra es la depravación innata y voluntaria de este, y su rechazo del evangelio; repulsa que agrava su condenación.
Creemos que para ser salvo el pecador debe regenerarse o nacer de nuevo; que la regeneración consiste en dar a la mente una disposición de santidad; que se efectúa por el poder del Espíritu Santo en conexión con la verdad divina en forma que excede a la comprehensión humana, a fin de asegurar nuestra obediencia voluntaria al evangelio; y que la evidencia adecuada se manifiesta en los frutos santos de arrepentimiento, fe, y novedad de vida.
Creemos que el arrepentimiento y la fe son deberes sagrados y gracias inseparables labradas en el alma por el Espíritu regenerador de Dios; por cuanto convencidos profundamente de nuestra culpa, de nuestro peligro e impotencia, y a la vez del camino de salvación en Cristo, nos volvemos hacia Dios sinceramente contritos, confesándonos con él e impetrando misericordia; cordialmente reconociendo, a la vez, al Señor Jesucristo por profeta, sacerdote y rey nuestro en quien exclusivamente confiamos como Salvador único y omnipotente.
Creemos que la elección es el propósito eterno de Dios según el cual graciosamente regenera, santifica y salva a los pecadores; que siendo consecuente este propósito con el albedrío humano abarca todos los medios junto con el fin; que sirve de manifestación gloriosísima de la soberana bondad divina, infinitamente gratuito, sabio, santo e inmutable; que absolutamente excluye la jactancia, y promueve humildad, amor, oración, alabanza, confianza en Dios y una imitación activa de su misericordia; que estimula al uso de los medios en el nivel más elevado; que puede conocerse viendo los efectos en todos los que efectivamente reciben a Cristo; que es el fundamento de la seguridad cristiana; y que cerciorarnos de esto en cuanto personalmente nos concierne exige y merece suma diligencia de nuestra parte.
Creemos que la santificación es un proceso mediante el cual de acuerdo con la voluntad de Dios se nos hace partícipes de su santidad; que es obra progresiva; que principia con la regeneración; que la desarolla en el corazón del creyente por la presencia y poder del Espíritu Santo, Sellador y Consolador en el uso continuo de los medios señalados, sobre todo la Palabra de Dios,y también el examen personal, la abnegación, la vigilancia y la oración.
Creemos que sólo los que creen verdaderamente permanecerán hasta el fin; que su lealtad perseverante a Cristo es la mejor señal que los distingue de los que hacen profesión superficial; que una providencia especial vigila por su bien; y que son custodiados por el poder de Dios para la salvación mediante la fe.
Creemos que la ley de Dios es la norma eterna e invariable de su gobierno; que es santa, justa, y buena; que la única causa de incapacidad que las Escrituras atribuyen al hombre caído para no cumplirlas es su amor de pecado; que libertarnos de él y restituirnos mediante un Intercesor a la obediencia de la santa ley, es uno de los grandes fines del evangelio y también uno de los medios de gracia para el establecimiento de la iglesia visible.
Creemos que una iglesia visible de Cristo es una congregación de fieles bautizados; asociados mediante pacto en la fe y la comunión del evangelio; la cual practica las ordenanzas de Cristo; es gobernada por Sus leyes; y ejerce los dones, derechos y privilegios que a ella otorga la palabra del mismo; y cuyos oficiales bíblicos son el pastor, u obispo, y los diáconos; estando definidos los requisitos, derechos y obligaciones de estos oficiales en las epístolas de Pablo a Timoteo y a Tito.
Creemos que el bautismo cristiano es la inmersión en agua, del que tenga fe en Cristo; hecha en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; a fin de proclamar, mediante bello emblema solemne, esta fe en el Salvador crucificado, sepultado y resucitado, y también el efecto de la misma fe, a saber, nuestra muerte al pecado y resurrección a una vida nueva; y que el bautismo es requisito previo a los privilegios de la relación con la iglesia y a la participación en la Santa Cena, en la cual los miembros de la iglesia por el uso sagrado del pan y el vino conmemoran juntos el amor por el que muere Jesucristo; precedido siempre de un examen personal serio del participante.
Creemos que el primer día de la semana es el Día del Señor. o sea el Sabath cristiano; que debe ser consagrado a fines religiosos, absteniéndose el cristiano de todo trabajo secular y recreación pecaminosa, valiéndose con devoción de todos los medios de gracia privados, y públicos; y preparándose para el descanso que le queda al pueblo de Dios.
Creemos que el gobierno civil existe por disposición divina para los intereses y buen orden de la sociedad humana; y que debemos orar por los magistrados honrándolos en conciencia, y obedeciéndoles; salvo en cosas que sean opuestas a la voluntad de nuestro Señor Jesucristo, único dueño de la conciencia, y príncipe de los reyes de la tierra.
Creemos que hay una diferencia radical y de esencia entre el justo y el malo; y que sólo por medio de la fe son justificados en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, y santificados por el Espíritu de nuestro Dios y los justos son de Su estimación; todo aquel que sigue impenitente e incrédulo es mal y continúa dentro de la maldición; que tal distinción es tan real entre la vida actual del hombre como después de la muerte.
Creemos que se acerca el fin del mundo; que en el día postrero Cristo descenderá del cielo, y levantará los muertos del sepulcro para que reciban su retribución final; que entonces se verificará una separación solemne; que los impíos serán sentenciados al castigo eterno, y los justos al gozo sin fin; y que este juicio determinará para siempre, sobre los principios de justicia, el estado final de los hombres en el cielo, o en el infierno
Creemos que la Santa Biblia fue escrita por hombres divinamente inspirados, y que es tesoro perfecto de instrucción celestial; que tiene a Dios por autor, por objeto la salvación, y por contenido la verdad sin mezcla alguna de error, que revela los principios según los cuales Dios nos juzgará; siendo por lo mismo, y habiendo de serlo hasta la consumación de los siglos, centro verdadero de la unión cristiana, y norma suprema a la cual debe sujetarse todo juicio que se forme de la conducta, las creencias y las opiniones humanas.
Creemos que hay un solo Dios viviente y verdadero, infinito, Espíritu inteligente, cuyo nombre es Jehová, Hacedor y Arbitro Supremo del cielo y de la tierra, indeciblemente glorioso en santidad; merecedor de toda la honra confianza y amor posibles; que en la unidad de la divinidad existen tres personas, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo iguales estos en perfección divina desempeñan oficios distintos, per que armonizan en la grande obra de la redención.
Creemos que el hombre fue creado en santidad, sujeto a la ley de su Hacedor; pero que por la transgresión voluntaria, cayó de aquel estado santo y feliz; por cuya causa todo el género humano es ahora pecador, no por fuerza sino por su voluntad; hallándose por naturaleza enteramente desprovisto de la santidad que requiere la ley de Dios, positivamente inclinado a lo malo, y por lo mismo bajo justa condenación a ruina eterna, sin defensa ni disculpa que lo valga.
4. El Camino de Salvación. Creemos que la salvación de los pecadores es puramente por gracia; en virtud de la obra intercesoria del Hijo de Dios; quien cumpliendo la voluntad del Padre, se hizo hombre, exento empero de pecado; honró la ley divina con su obediencia personal; y con su muerte, dio plena satisfacción por nuestro pecados; resucitando después de entre los muertos, y desde entonces entronizóse en los cielos; que reune en su persona admirabilísima las simpatías más tiernas y las prefecciones divinas, teniendo así por todos motivos las cualidades que requiere un Salvador idóneo, compasivo, y omipotente.
5. La Justificación. Creemos que la justificación es el gran bien evangélico que asegura Cristo a los que en él tengan fe; que esta justificación incluye el perdón del pecado, y el don de la vida eterna de acuerdo con los principios de la justicia; que la imparte exclusivamente mediante la fe en su sangre, y no por consideración de ningunas obras de justicia que hagamos; imputándonos Dios gratuitamente su justicia perfecta por virtud de esa fe; que nos introduce a un estado altamente bienaventurado de paz y favor con Dios, y hace nuestros ahora y para siempre todos los demás bienes que hubiéramos menester.
6. Carácter Gratuito de la Salvación. Creemos que el evangelio a todos franquea los beneficios de la salvación; que es deber de todos aceptarlos inmediatamente con fe cordial, arrepentida y obediente; y que el único obstáculo para la salvación del peor pecador de la tierra es la depravación innata y voluntaria de este, y su rechazo del evangelio; repulsa que agrava su condenación.
7. La Gracia en le Regeneración. Creemos que para ser salvo el pecador debe regenerarse o nacer de nuevo; que la regeneración consiste en dar a la mente una disposición de santidad; que se efectúa por el poder del Espíritu Santo en conexión con la verdad divina en forma que excede a la comprehensión humana, a fin de asegurar nuestra obediencia voluntaria al evangelio; y que la evidencia adecuada se manifiesta en los frutos santos de arrepentimiento, fe, y novedad de vida.
8. El Arrepentimiento y la Fe. Creemos que el arrepentimiento y la fe son deberes sagrados y gracias inseparables labradas en el alma por el Espíritu regenerador de Dios; por cuanto convencidos profundamente de nuestra culpa, de nuestro peligro e impotencia, y a la vez del camino de salvación en Cristo, nos volvemos hacia Dios sinceramente contritos, confesándonos con él e impetrando misericordia; cordialmente reconociendo, a la vez, al Señor Jesucristo por profeta, sacerdote y rey nuestro en quien exclusivamente confiamos como Salvador único y omnipotente.
9. El Propósito de la Gracia Divina. Creemos que la elección es el propósito eterno de Dios según el cual graciosamente regenera, santifica y salva a los pecadores; que siendo consecuente este propósito con el albedrío humano abarca todos los medios junto con el fin; que sirve de manifestación gloriosísima de la soberana bondad divina, infinitamente gratuito, sabio, santo e inmutable; que absolutamente excluye la jactancia, y promueve humildad, amor, oración, alabanza, confianza en Dios y una imitación activa de su misericordia; que estimula al uso de los medios en el nivel más elevado; que puede conocerse viendo los efectos en todos los que efectivamente reciben a Cristo; que es el fundamento de la seguridad cristiana; y que cerciorarnos de esto en cuanto personalmente nos concierne exige y merece suma diligencia de nuestra parte.
10. Nuestra santificación. Creemos que la santificación es un proceso mediante el cual de acuerdo con la voluntad de Dios se nos hace partícipes de su santidad; que es obra progresiva; que principia con la regeneración; que la desarolla en el corazón del creyente por la presencia y poder del Espíritu Santo, Sellador y Consolador en el uso continuo de los medios señalados, sobre todo la Palabra de Dios,y también el examen personal, la abnegación, la vigilancia y la oración.
11. La perseverancia de los Santos. Creemos que sólo los que creen verdaderamente permanecerán hasta el fin; que su lealtad perseverante a Cristo es la mejor señal que los distingue de los que hacen profesión superficial; que una providencia especial vigila por su bien; y que son custodiados por el poder de Dios para la salvación mediante la fe.
12. Armonía Entre la Ley y el Evangelio. Creemos que la ley de Dios es la norma eterna e invariable de su gobierno; que es santa, justa, y buena; que la única causa de incapacidad que las Escrituras atribuyen al hombre caído para no cumplirlas es su amor de pecado; que libertarnos de él y restituirnos mediante un Intercesor a la obediencia de la santa ley, es uno de los grandes fines del evangelio y también uno de los medios de gracia para el establecimiento de la iglesia visible.
13. Una Iglesia Evangélica. Creemos que una iglesia visible de Cristo es una congregación de fieles bautizados; asociados mediante pacto en la fe y la comunión del evangelio; la cual practica las ordenanzas de Cristo; es gobernada por Sus leyes; y ejerce los dones, derechos y privilegios que a ella otorga la palabra del mismo; y cuyos oficiales bíblicos son el pastor, u obispo, y los diáconos; estando definidos los requisitos, derechos y obligaciones de estos oficiales en las epístolas de Pablo a Timoteo y a Tito.
14. El Bautismo Cristiano y la Santa Cena. Creemos que el bautismo cristiano es la inmersión en agua, del que tenga fe en Cristo; hecha en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; a fin de proclamar, mediante bello emblema solemne, esta fe en el Salvador crucificado, sepultado y resucitado, y también el efecto de la misma fe, a saber, nuestra muerte al pecado y resurrección a una vida nueva; y que el bautismo es requisito previo a los privilegios de la relación con la iglesia y a la participación en la Santa Cena, en la cual los miembros de la iglesia por el uso sagrado del pan y el vino conmemoran juntos el amor por el que muere Jesucristo; precedido siempre de un examen personal serio del participante.
15. El Día del Señor. Creemos que el primer día de la semana es el Día del Señor. o sea el Sabath cristiano; que debe ser consagrado a fines religiosos, absteniéndose el cristiano de todo trabajo secular y recreación pecaminosa, valiéndose con devoción de todos los medios de gracia privados, y públicos; y preparándose para el descanso que le queda al pueblo de Dios.
16. El Gobierno Civil. Creemos que el gobierno civil existe por disposición divina para los intereses y buen orden de la sociedad humana; y que debemos orar por los magistrados honrándolos en conciencia, y obedeciéndoles; salvo en cosas que sean opuestas a la voluntad de nuestro Señor Jesucristo, único dueño de la conciencia, y príncipe de los reyes de la tierra.
17. El Justo y el Malo. Creemos que hay una diferencia radical y de esencia entre el justo y el malo; y que sólo por medio de la fe son justificados en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, y santificados por el Espíritu de nuestro Dios y los justos son de Su estimación; todo aquel que sigue impenitente e incrédulo es mal y continúa dentro de la maldición; que tal distinción es tan real entre la vida actual del hombre como después de la muerte.
18. El Mundo Venidero. Creemos que se acerca el fin del mundo; que en el día postrero Cristo descenderá del cielo, y levantará los muertos del sepulcro para que reciban su retribución final; que entonces se verificará una separación solemne; que los impíos serán sentenciados al castigo eterno, y los justos al gozo sin fin; y que este juicio determinará para siempre, sobre los principios de justicia, el estado final de los hombres en el cielo, o en el infierno
Declaración de Chicago sobre la inerrancia bíblica
En nuestra iglesia, abrazamos y nos regimos por la Declaración de Chicago sobre la inerrancia bíblica. Esta declaración es un testimonio fundamental de nuestra creencia en la total veracidad y confiabilidad de la Palabra de Dios, la Biblia.
La Declaración de Chicago enfatiza que la Biblia es sin error en todos los aspectos, tanto en lo que afirma sobre Dios y su creación, como en su guía para nuestras vidas y fe. Creemos que la Biblia es la autoridad final y suprema en todos los asuntos de fe y práctica.
Afirmamos que las Sagradas Escrituras han de ser recibidas como la Palabra autoritativa de Dios.
Negamos que las Escrituras reciban su autoridad de la Iglesia, de la tradición o de cualquier otra fuente humana.
Afirmamos que las Escrituras son la suprema norma escrita por medio de la cual Dios ata la conciencia y que la autoridad de la Iglesia se encuentra subordinada a aquélla de la Escritura.
Negamos que los credos, los concilios y las declaraciones de la Iglesia tengan mayor autoridad o la misma autoridad que la Biblia.
Afirmamos que la Palabra escrita en su totalidad es la revelación dada por Dios.
Negamos que la Biblia sea un simple testimonio de la revelación o que se convierta en revelación por medio de un encuentro con ella o que reciba su validez de la respuesta humana a ella.
Afirmamos que el Dios que creó a la humanidad a su imagen ha empleado el lenguaje como un medio de revelación.
Negamos que el lenguaje humano, a pesar de los límites de nuestra humanidad, no sea un medio de revelación.
Negamos, además, que la corrupción de la cultura y el lenguaje humano por causa del pecado haya impedido la obra de Dios en la inspiración.
Afirmamos que la revelación de Dios en las Sagradas Escrituras es progresiva.
Negamos que la revelación posterior, la cual puede cumplir la revelación anterior, sirva para corregir o contradecirla.
Negamos, además, que se haya dado otra revelación normativa desde que el Nuevo Testamento fue completado.
Afirmamos que todas las Escrituras, todas sus partes y todas las palabras de los autógrafos originales fueron dadas por inspiración divina.
Negamos que se pueda afirmar que la Escritura es inspirada en su totalidad sin ser inspirada en sus partes o que es inspirada en algunas de sus partes sin ser inspirada en su totalidad.
Afirmamos que la inspiración fue la obra divina mediante la cual Dios, por medio de su Espíritu, nos dio su Palabra a través de escritores humanos. El origen de la Escritura es divino. El modo de la inspiración divina sigue siendo, en gran parte, un misterio para nosotros.
Negamos que la inspiración pueda ser reducida a un mero descubrimiento humano o a algún estado elevado de conciencia.
Afirmamos que en su obra de inspiración, Dios utilizó las personalidades y estilos literarios diferentes de los autores que Él había escogido y preparado de antemano.
Negamos que Dios haya anulado la personalidad de los autores cuando hizo que escribiesen las mismas palabras que Él había escogido.
Afirmamos que la inspiración, aunque no confirió omnisciencia a los autores, sí garantizó que sus declaraciones en cuanto a cualquier tema sobre el cual hablaron o escribieron fueran veraces y fidedignas.
Negamos que la finitud o la pecaminosidad de los autores, por necesidad o por cualquier otra razón, hayan distorsionado o falsificado la Palabra de Dios.
Afirmamos, en términos estrictos, que la inspiración tiene que ver con los autógrafos originales de la Escritura, los cuales, en la providencia de Dios, podemos conocer con gran exactitud gracias a los manuscritos disponibles.
Afirmamos, además, que las copias y las traducciones de la Escritura son la Palabra de Dios en la medida en que son un fiel reflejo de los originales.
Negamos que cualquier doctrina cristiana fundamental quede afectada por la ausencia de los autógrafos originales.
Negamos, además, que la ausencia de los autógrafos originales invalide o le quite la importancia a la inerrancia bíblica.
Afirmamos que la Escritura, al haber sido dado por revelación divina, es infalible así que, en vez de ser engañosa, es veraz y fidedigna en todo lo que afirma.
Negamos que la Biblia pueda ser al mismo tiempo infalible y errante en sus afirmaciones. Se puede distinguir entre la infalibilidad y la inerrancia pero no separarlas.
Afirmamos que la Escritura es inerrante en su totalidad sin ninguna mentira, fraude o engaño.
Negamos que la infalibilidad y la inerrancia se limiten a la esfera de los asuntos espirituales, religiosos o redentores sin tener nada que ver con la historia real y la ciencia.
Negamos, además, que las hipótesis científicas tocantes a la historia de la tierra puedan ser usadas para negar la enseñanza bíblica sobre la creación y el diluvio.
Afirmamos la utilidad del uso del término teológico inerrancia para referirse a la completa veracidad de la Escritura.
Negamos que sea correcto juzgar la Escritura según normas de verdad y falsedad ajenas a su uso y propósito.
Negamos, además, que se pueda negar la inerrancia en base a realidades bíblicas tales como una falta de precisión técnica moderna, irregularidades gramaticales o de ortografía, descripciones observacionales de la naturaleza, el relato de falsedades, el uso de lenguaje hiperbólico y números redondos, la organización temática de material, la selección de materiales diferentes en pasajes paralelos y el uso de citas libres.
Afirmamos tanto la unidad como la coherencia interna de la Escritura.
Negamos que los supuestos errores y las dificultades que no se han resuelto todavía anulen la veracidad de la Biblia.
Afirmamos que la doctrina de la inerrancia se fundamenta en la enseñanza bíblica tocante a la inspiración.
Negamos que se pueda desacreditar la enseñanza de Jesús sobre la Escritura apelando a la acomodación o a la naturaleza limitada de su humanidad.
Afirmamos que la doctrina de la inerrancia ha sido una pieza clave en la fe de la Iglesia a lo largo de la historia.
Negamos que la inerrancia sea una doctrina fabricada por el escolasticismo protestante o que se trate de una posición reaccionaria en respuesta a la postura negativa de la alta crítica.
Afirmamos que el Espíritu Santo da testimonio de las Escrituras, asegurando a los creyentes de la veracidad de la Palabra escrita de Dios.
Negamos que el testimonio del Espíritu Santo opere separado de la Escritura o en contra de ella.
Afirmamos que hay que interpretar el texto de la Escritura por medio de la exégesis gramático-histórica, tomando en cuenta sus formas y recursos literarios, y que la Escritura ha de interpretarse a sí misma.
Negamos la legitimidad de cualquier intento de estudiar el texto o sus fuentes que nos lleva a relativizarlos, negar su historicidad, descartar su enseñanza o rechazar su declaración de autoría.
Afirmamos que la confesión de la plena autoridad, infalibilidad e inerrancia de la Escritura es de suprema importancia para tener una comprensión sana de la fe cristiana.
Afirmamos, además, que tal confesión debería producir una conformidad cada vez mayor a la imagen de Cristo.
Negamos que tal confesión sea necesaria para la salvación.
No obstante, negamos además que la inerrancia pueda ser rechazada sin tener graves consecuencias en la vida del creyente y en la Iglesia.
Afirmamos que las Sagradas Escrituras han de ser recibidas como la Palabra autoritativa de Dios.
Negamos que las Escrituras reciban su autoridad de la Iglesia, de la tradición o de cualquier otra fuente humana.
Afirmamos que las Escrituras son la suprema norma escrita por medio de la cual Dios ata la conciencia y que la autoridad de la Iglesia se encuentra subordinada a aquélla de la Escritura.
Negamos que los credos, los concilios y las declaraciones de la Iglesia tengan mayor autoridad o la misma autoridad que la Biblia.
Afirmamos que la Palabra escrita en su totalidad es la revelación dada por Dios.
Negamos que la Biblia sea un simple testimonio de la revelación o que se convierta en revelación por medio de un encuentro con ella o que reciba su validez de la respuesta humana a ella.
Artículo 4
Afirmamos que el Dios que creó a la humanidad a su imagen ha empleado el lenguaje como un medio de revelación.
Negamos que el lenguaje humano, a pesar de los límites de nuestra humanidad, no sea un medio de revelación.
Negamos, además, que la corrupción de la cultura y el lenguaje humano por causa del pecado haya impedido la obra de Dios en la inspiración.
Artículo 5
Afirmamos que la revelación de Dios en las Sagradas Escrituras es progresiva.
Negamos que la revelación posterior, la cual puede cumplir la revelación anterior, sirva para corregir o contradecirla.
Negamos, además, que se haya dado otra revelación normativa desde que el Nuevo Testamento fue completado.
Artículo 6
Afirmamos que todas las Escrituras, todas sus partes y todas las palabras de los autógrafos originales fueron dadas por inspiración divina.
Negamos que se pueda afirmar que la Escritura es inspirada en su totalidad sin ser inspirada en sus partes o que es inspirada en algunas de sus partes sin ser inspirada en su totalidad.
Artículo 7
Afirmamos que la inspiración fue la obra divina mediante la cual Dios, por medio de su Espíritu, nos dio su Palabra a través de escritores humanos. El origen de la Escritura es divino. El modo de la inspiración divina sigue siendo, en gran parte, un misterio para nosotros.
Negamos que la inspiración pueda ser reducida a un mero descubrimiento humano o a algún estado elevado de conciencia.
Artículo 8
Afirmamos que en su obra de inspiración, Dios utilizó las personalidades y estilos literarios diferentes de los autores que Él había escogido y preparado de antemano.
Negamos que Dios haya anulado la personalidad de los autores cuando hizo que escribiesen las mismas palabras que Él había escogido.
Artículo 9
Afirmamos que la inspiración, aunque no confirió omnisciencia a los autores, sí garantizó que sus declaraciones en cuanto a cualquier tema sobre el cual hablaron o escribieron fueran veraces y fidedignas.
Negamos que la finitud o la pecaminosidad de los autores, por necesidad o por cualquier otra razón, hayan distorsionado o falsificado la Palabra de Dios.
Artículo 10
Afirmamos, en términos estrictos, que la inspiración tiene que ver con los autógrafos originales de la Escritura, los cuales, en la providencia de Dios, podemos conocer con gran exactitud gracias a los manuscritos disponibles.
Afirmamos, además, que las copias y las traducciones de la Escritura son la Palabra de Dios en la medida en que son un fiel reflejo de los originales.
Negamos que cualquier doctrina cristiana fundamental quede afectada por la ausencia de los autógrafos originales.
Negamos, además, que la ausencia de los autógrafos originales invalide o le quite la importancia a la inerrancia bíblica.
Artículo 11
Afirmamos que la Escritura, al haber sido dado por revelación divina, es infalible así que, en vez de ser engañosa, es veraz y fidedigna en todo lo que afirma.
Negamos que la Biblia pueda ser al mismo tiempo infalible y errante en sus afirmaciones. Se puede distinguir entre la infalibilidad y la inerrancia pero no separarlas.
Artículo 12
Afirmamos que la Escritura es inerrante en su totalidad sin ninguna mentira, fraude o engaño.
Negamos que la infalibilidad y la inerrancia se limiten a la esfera de los asuntos espirituales, religiosos o redentores sin tener nada que ver con la historia real y la ciencia.
Negamos, además, que las hipótesis científicas tocantes a la historia de la tierra puedan ser usadas para negar la enseñanza bíblica sobre la creación y el diluvio.
Artículo 13
Afirmamos la utilidad del uso del término teológico inerrancia para referirse a la completa veracidad de la Escritura.
Negamos que sea correcto juzgar la Escritura según normas de verdad y falsedad ajenas a su uso y propósito.
Negamos, además, que se pueda negar la inerrancia en base a realidades bíblicas tales como una falta de precisión técnica moderna, irregularidades gramaticales o de ortografía, descripciones observacionales de la naturaleza, el relato de falsedades, el uso de lenguaje hiperbólico y números redondos, la organización temática de material, la selección de materiales diferentes en pasajes paralelos y el uso de citas libres.
Artículo 14
Afirmamos tanto la unidad como la coherencia interna de la Escritura.
Negamos que los supuestos errores y las dificultades que no se han resuelto todavía anulen la veracidad de la Biblia.
Artículo 15
Afirmamos que la doctrina de la inerrancia se fundamenta en la enseñanza bíblica tocante a la inspiración.
Negamos que se pueda desacreditar la enseñanza de Jesús sobre la Escritura apelando a la acomodación o a la naturaleza limitada de su humanidad.
Artículo 16
Afirmamos que la doctrina de la inerrancia ha sido una pieza clave en la fe de la Iglesia a lo largo de la historia.
Negamos que la inerrancia sea una doctrina fabricada por el escolasticismo protestante o que se trate de una posición reaccionaria en respuesta a la postura negativa de la alta crítica.
Artículo 17
Afirmamos que el Espíritu Santo da testimonio de las Escrituras, asegurando a los creyentes de la veracidad de la Palabra escrita de Dios.
Negamos que el testimonio del Espíritu Santo opere separado de la Escritura o en contra de ella.
Artículo 18
Afirmamos que hay que interpretar el texto de la Escritura por medio de la exégesis gramático-histórica, tomando en cuenta sus formas y recursos literarios, y que la Escritura ha de interpretarse a sí misma.
Negamos la legitimidad de cualquier intento de estudiar el texto o sus fuentes que nos lleva a relativizarlos, negar su historicidad, descartar su enseñanza o rechazar su declaración de autoría.
Artículo 19
Afirmamos que la confesión de la plena autoridad, infalibilidad e inerrancia de la Escritura es de suprema importancia para tener una comprensión sana de la fe cristiana.
Afirmamos, además, que tal confesión debería producir una conformidad cada vez mayor a la imagen de Cristo.
Negamos que tal confesión sea necesaria para la salvación.
No obstante, negamos además que la inerrancia pueda ser rechazada sin tener graves consecuencias en la vida del creyente y en la Iglesia.
La declaración de Danvers
La Declaración de Danvers resume la necesidad del Consejo sobre la Masculinidad y la Feminidad Bíblicas (CBMW) y ofrece un panorama general de nuestras creencias fundamentales. Esta declaración fue elaborada por varios líderes evangélicos en una reunión del CBMW en Danvers, Massachusetts, en diciembre de 1987. Fue publicada por primera vez en su versión final por el CBMW en Wheaton, Illinois, en noviembre de 1988.
Razón fundamental
Nos han conmovido en nuestro propósito los siguientes acontecimientos contemporáneos que observamos con profunda preocupación:
La incertidumbre y confusión generalizada en nuestra cultura respecto a las diferencias complementarias entre masculinidad y feminidad;
los trágicos efectos de esta confusión al desentrañar el tejido del matrimonio tejido por Dios a partir de las hermosas y diversas hebras de la masculinidad y la feminidad;
la creciente promoción que se da al igualitarismo feminista, acompañada de distorsiones o descuido de la feliz armonía retratada en las Escrituras entre el liderazgo amoroso y humilde de los esposos redimidos y el apoyo inteligente y voluntario a ese liderazgo por parte de las esposas redimidas;
la ambivalencia generalizada respecto de los valores de la maternidad, el trabajo doméstico vocacional y los numerosos ministerios desempeñados históricamente por mujeres;
las crecientes reivindicaciones de legitimidad de relaciones sexuales que bíblica e históricamente han sido consideradas ilícitas o perversas, y el aumento de la representación pornográfica de la sexualidad humana;
el aumento del abuso físico y emocional en la familia;
El surgimiento de roles para hombres y mujeres en el liderazgo de la iglesia que no se ajustan a las enseñanzas bíblicas sino que resultan contraproducentes y paralizan el testimonio bíblicamente fiel;
La creciente prevalencia y aceptación de rarezas hermenéuticas ideadas para reinterpretar significados aparentemente sencillos de textos bíblicos;
La consiguiente amenaza a la autoridad bíblica, ya que la claridad de las Escrituras se ve comprometida y la accesibilidad de su significado a la gente común queda relegada al ámbito restringido del ingenio técnico;
Y detrás de todo esto, la aparente acomodación de algunos dentro de la iglesia al espíritu de la época a expensas de una autenticidad bíblica radical y atractiva que en el poder del Espíritu Santo puede reformar en lugar de reflejar nuestra cultura enferma.
Propósitos
Reconociendo nuestra propia pecaminosidad y falibilidad persistentes, y reconociendo la genuina posición evangélica de muchos que no están de acuerdo con todas nuestras convicciones, sin embargo, movidos por las observaciones precedentes y por la esperanza de que la noble visión bíblica de la complementariedad sexual aún pueda ganar la mente y el corazón de la iglesia de Cristo, nos comprometemos a perseguir los siguientes propósitos:
Estudiar y exponer la visión bíblica de la relación entre hombres y mujeres, especialmente en el hogar y en la iglesia.
Promover la publicación de materiales académicos y populares que representen este punto de vista.
Fomentar la confianza de los laicos para que estudien y comprendan por sí mismos la enseñanza de las Escrituras, especialmente sobre el tema de las relaciones entre hombres y mujeres.
Fomentar la aplicación considerada y sensible de esta visión bíblica en las esferas apropiadas de la vida.
Y de ese modo
—traer sanidad a personas y relaciones heridas por una comprensión inadecuada de la voluntad de Dios con respecto a la masculinidad y la feminidad,
—ayudar tanto a hombres como a mujeres a alcanzar su pleno potencial ministerial mediante una verdadera comprensión y práctica de los roles que Dios les dio,
—y promover la difusión del evangelio entre todos los pueblos fomentando una plenitud bíblica en las relaciones que atraiga a un mundo fracturado.
Afirmaciones
Basándonos en nuestra comprensión de las enseñanzas bíblicas, afirmamos lo siguiente:
Tanto Adán como Eva fueron creados a imagen de Dios, iguales ante Dios como personas y distintos en su condición de hombre y de mujer ( Génesis 1:26-27 , 2:18 ).
Las distinciones en los roles masculinos y femeninos son ordenadas por Dios como parte del orden creado, y deberían encontrar eco en cada corazón humano ( Gén 2:18 , 21-24 ; 1 Cor 11:7-9 ; 1 Tim 2:12-14 ).
La jefatura de Adán en el matrimonio fue establecida por Dios antes de la Caída, y no fue resultado del pecado ( Gén 2:16-18 , 21-24 , 3:1-13 ; 1 Cor 11:7-9 ).
La Caída introdujo distorsiones en las relaciones entre hombres y mujeres ( Génesis 3:1-7 , 12 , 16 ).
- En el hogar, el liderazgo amoroso y humilde del marido tiende a ser reemplazado por la dominación o la pasividad; la sumisión inteligente y voluntaria de la esposa tiende a ser reemplazada por la usurpación o el servilismo.
- En la iglesia, el pecado inclina a los hombres hacia un amor mundano por el poder o una abdicación de la responsabilidad espiritual, e inclina a las mujeres a resistir las limitaciones en sus roles o a descuidar el uso de sus dones en ministerios apropiados.
Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento manifiestan el valor y la dignidad igualmente elevados que Dios atribuyó a los roles del hombre y la mujer ( Gn 1:26-27 , 2:18 ; Gá 3:28 ). Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento también afirman el principio de la jefatura masculina en la familia y en la comunidad del pacto ( Gn 2:18 ; Ef 5:21-33 ; Col 3:18-19 ; 1 Tim 2:11-15 ).
La redención en Cristo tiene como objetivo eliminar las distorsiones introducidas por la maldición.
- En la familia, los maridos deben abandonar el liderazgo severo o egoísta y crecer en amor y cuidado de sus esposas; las esposas deben abandonar la resistencia a la autoridad de sus maridos y crecer en una sumisión voluntaria y gozosa al liderazgo de sus maridos ( Efesios 5:21-33 ; Colosenses 3:18-19 ; Tito 2:3-5 ; 1 Pedro 3:1-7 ).
- En la iglesia, la redención en Cristo da a los hombres y a las mujeres una parte igual de las bendiciones de la salvación; sin embargo, algunos roles de gobierno y enseñanza dentro de la iglesia están restringidos a los hombres ( Gálatas 3:28 ; 1 Corintios 11:2-16 ; 1 Timoteo 2:11-15 ).
En toda la vida Cristo es la suprema autoridad y guía para hombres y mujeres, de modo que ninguna sumisión terrena —doméstica, religiosa o civil— implica jamás un mandato a seguir una autoridad humana hasta el pecado ( Dn 3:10-18 ; Hch 4:19-20 ; 5:27-29 ; 1 P 3:1-2 ).
Tanto en hombres como en mujeres, un sentido sincero de llamado al ministerio nunca debe utilizarse para invalidar los criterios bíblicos para ministerios específicos ( 1 Timoteo 2:11-15 ; 3:1-13 ; Tito 1:5-9 ). Más bien, la enseñanza bíblica debe seguir siendo la autoridad para evaluar nuestro discernimiento subjetivo de la voluntad de Dios.
Minima incidunt voluptates nemo, dolor optio quia architecto quis delectus perspiciatis.
Con la mitad de la población mundial fuera del alcance de la evangelización indígena; con innumerables otras personas perdidas en aquellas sociedades que han escuchado el evangelio; con el estrés y las miserias de la enfermedad, la desnutrición, la falta de vivienda, el analfabetismo, la ignorancia, el envejecimiento, la adicción, el crimen, el encarcelamiento, las neurosis y la soledad, ningún hombre o mujer que siente una pasión de Dios por dar a conocer Su gracia en palabra y obra necesita vivir jamás sin un ministerio satisfactorio para la gloria de Cristo y el bien de este mundo caído ( 1 Cor 12:7-21 ).
Minima incidunt voluptates nemo, dolor optio quia architecto quis delectus perspiciatis.
Estamos convencidos de que la negación o el descuido de estos principios conducirá a consecuencias cada vez más destructivas en nuestras familias, nuestras iglesias y la cultura en general.
Minima incidunt voluptates nemo, dolor optio quia architecto quis delectus perspiciatis.
La declaración de Nashville
Preámbulo
Sepan que el Señor es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos…” Salmo 100: 3.
Los cristianos evangélicos, en los albores del siglo XXI, se encuentran viviendo un período de transición histórica. A medida que la cultura occidental se ha vuelto cada vez más poscristiana, se ha embarcado en una profunda revisión de lo que significa ser humano. En general, el espíritu de nuestra época ya no discierne ni se deleita en la belleza del diseño de Dios para la vida humana. Muchos niegan que Dios creó a los seres humanos para su gloria y que sus buenos propósitos para nosotros incluyan nuestro diseño personal y físico como hombre y mujer. Es común pensar que la identidad humana como hombre y mujer no forma parte del hermoso plan de Dios, sino que es, más bien, una expresión de las preferencias autónomas de cada individuo. El camino hacia la alegría plena y duradera a través del buen diseño de Dios para sus criaturas es así reemplazado por el camino de alternativas miopes que, tarde o temprano, arruinan la vida humana y deshonran a Dios.
Este espíritu secular de nuestra época presenta un gran desafío para la iglesia cristiana. ¿Perderá la iglesia del Señor Jesucristo su convicción, claridad y valentía bíblicas, y se integrará al espíritu de la época? ¿O se aferrará a la palabra de vida, se inspirará en Jesús y proclamará sin vergüenza su camino como el camino de la vida? ¿Mantendrá su testimonio claro y contracultural ante un mundo que parece estar condenado a la ruina?
Estamos convencidos de que la fidelidad en nuestra generación significa declarar una vez más la verdadera historia del mundo y nuestro lugar en él, particularmente como hombre y mujer. La Escritura cristiana enseña que hay un solo Dios, el único Creador y Señor de todo. Solo a él, cada persona le debe gratitud sincera, alabanza sincera y lealtad total. Este es el camino no solo para glorificar a Dios, sino también para conocernos a nosotros mismos. Olvidar a nuestro Creador es olvidar quiénes somos, pues él nos creó para sí mismo. Y no podemos conocernos verdaderamente sin conocer verdaderamente a quien nos creó. No nos hicimos a nosotros mismos. No nos pertenecemos. Nuestra verdadera identidad, como hombres y mujeres, nos la da Dios. No solo es insensato, sino inútil, intentar convertirnos en lo que Dios no quiso que fuéramos.
Creemos que el diseño de Dios para su creación y su camino de salvación le brindan la mayor gloria y el mayor bien. El buen plan de Dios nos brinda la mayor libertad. Jesús dijo que vino para que tuviéramos vida y la tuviéramos en abundancia. Él está con nosotros, no contra nosotros. Por lo tanto, con la esperanza de servir a la iglesia de Cristo y dar testimonio público de los buenos propósitos de Dios para la sexualidad humana, revelados en las Escrituras cristianas, ofrecemos las siguientes afirmaciones y negaciones.
AFIRMAMOS que Dios ha diseñado el matrimonio para que sea una unión de pacto, sexual, procreativa y de por vida de un hombre y una mujer, como esposo y esposa, y tiene el propósito de significar el amor de pacto entre Cristo y su novia, la iglesia.
Negamos que Dios haya diseñado el matrimonio para ser una relación homosexual, polígama o poliamorosa. También negamos que el matrimonio sea un mero contrato humano, en lugar de un pacto hecho ante Dios.
AFIRMAMOS que la voluntad revelada de Dios para todas las personas es la castidad fuera del matrimonio y la fidelidad dentro del matrimonio.
NEGAMOS que cualquier afecto, deseo o compromiso justifique alguna vez las relaciones sexuales antes o fuera del matrimonio; ni tampoco justifican ninguna forma de inmoralidad sexual.
AFIRMAMOS que Dios creó a Adán y a Eva, los primeros seres humanos, a su propia imagen, iguales ante Dios como personas y distintos como varón y mujer.
NEGAMOS que las diferencias divinamente ordenadas entre hombre y mujer los hagan desiguales en dignidad o valor.
AFIRMAMOS que las diferencias divinamente ordenadas entre el hombre y la mujer reflejan el diseño original de la creación de Dios y están destinadas al bien y al florecimiento humano.
NEGAMOS que tales diferencias sean resultado de la Caída o una tragedia que debe superarse.
AFIRMAMOS que las diferencias entre las estructuras reproductivas masculinas y femeninas son parte integral del diseño de Dios para la autoconcepción como hombre o mujer.
NEGAMOS que las anomalías físicas o las condiciones psicológicas anulen el vínculo designado por Dios entre el sexo biológico y la autoconcepción como hombre o mujer.
AFIRMAMOS que quienes nacen con un trastorno físico del desarrollo sexual son creados a imagen de Dios y tienen la misma dignidad y valor que todos los demás portadores de su imagen. Nuestro Señor Jesús los reconoce en sus palabras sobre los «eunucos que nacieron así del vientre de su madre». Al igual que todos los demás, son bienvenidos como fieles seguidores de Jesucristo y deben aceptar su sexo biológico en la medida en que sea conocido.
NEGAMOS que las ambigüedades relacionadas con el sexo biológico de una persona la hagan incapaz de vivir una vida fructífera en gozosa obediencia a Cristo.
AFIRMAMOS que la autoconcepción como hombre o mujer debe definirse por los propósitos santos de Dios en la creación y la redención tal como se revelan en las Escrituras.
NEGAMOS que adoptar una autoconcepción homosexual o transgénero sea consistente con los propósitos santos de Dios en la creación y la redención.
AFIRMAMOS que las personas que experimentan atracción sexual por el mismo sexo pueden vivir una vida rica y fructífera agradable a Dios a través de la fe en Jesucristo, ya que, como todos los cristianos, caminan en pureza de vida.
NEGAMOS que la atracción sexual hacia el mismo sexo sea parte de la bondad natural de la creación original de Dios, o que coloque a una persona fuera de la esperanza del evangelio.
AFIRMAMOS que el pecado distorsiona los deseos sexuales al alejarlos del pacto matrimonial y dirigirlos hacia la inmoralidad sexual, una distorsión que incluye tanto la inmoralidad heterosexual como la homosexual.
NEGAMOS que un patrón duradero de deseo de inmoralidad sexual justifique una conducta sexual inmoral.
AFIRMAMOS que es pecado aprobar la inmoralidad homosexual o el transgenerismo y que dicha aprobación constituye una desviación esencial de la fidelidad y el testimonio cristianos.
NEGAMOS que la aprobación de la inmoralidad homosexual o del transgenerismo sea un asunto de indiferencia moral acerca del cual cristianos por lo demás fieles deberían estar de acuerdo en estar en desacuerdo.
AFIRMAMOS nuestro deber de decir la verdad en amor en todo momento, incluso cuando hablamos unos con otros o acerca de otros como hombres o mujeres.
NEGAMOS cualquier obligación de hablar de maneras que deshonren el diseño de Dios de sus portadores de imagen como hombre y mujer.
delectus perspiciatis.
AFIRMAMOS que la gracia de Dios en Cristo da perdón misericordioso y poder transformador, y que este perdón y poder capacitan al seguidor de Jesús para dar muerte a los deseos pecaminosos y caminar de una manera digna del Señor.
NEGAMOS que la gracia de Dios en Cristo sea insuficiente para perdonar todos los pecados sexuales y dar poder para la santidad a todo creyente que se sienta atraído al pecado sexual.
AFIRMAMOS que la gracia de Dios en Cristo permite a los pecadores abandonar las autoconcepciones transgénero y, por la paciencia divina, aceptar el vínculo ordenado por Dios entre el sexo biológico de uno y su autoconcepción como hombre o mujer.
NEGAMOS que la gracia de Dios en Cristo apruebe autoconcepciones que estén en desacuerdo con la voluntad revelada de Dios.
AFIRMAMOS que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores y que a través de la muerte y resurrección de Cristo, el perdón de los pecados y la vida eterna están disponibles para toda persona que se arrepiente del pecado y confía sólo en Cristo como Salvador, Señor y tesoro supremo.
NEGAMOS que el brazo del Señor sea demasiado corto para salvar o que algún pecador esté fuera de su alcance.
Minima incidunt voluptates nemo, dolor optio quia architecto quis delectus perspiciatis.


